Cuando llegué con un grupo de compañeros y compañeras, la tarde caía y desaparecía la luz del día. Pocas horas pensé para poder ver Sevilla.
Mucho he oído de esta ciudad y cuando te lo dice un sevillano, ya sabes: "Ozú, tenemos la ciuda más bonita der mundo" y añaden sin coma alguna: "quillo", con ese aire salao y de alegría que se contagia con rapidez.
Mucho he oído de esta ciudad y cuando te lo dice un sevillano, ya sabes: "Ozú, tenemos la ciuda más bonita der mundo" y añaden sin coma alguna: "quillo", con ese aire salao y de alegría que se contagia con rapidez.
Teníamos poco tiempo y para verla, robamos al sueño unas horas antes de descansar..., no sentimos el dolor de pies hasta sentarnos, ni el frío hasta parar, no sentimos hambre hasta dar con una de sus tascas y empezar a comer..., nada sentimos que no fuera su generosidad. Sevilla nos abrazó con su noche y su luz.
Caminamos hasta el Parque de María Luisa, donde muchos dicen está la Plaza más bella de España, esa plaza que según todos los sevillanos "lo és". No se si era la hora, las luces, la noche o era la magia de la ciudad, pero al llegar la vi grande, abierta y al mismo tiempo llena de calor, arropándome a mi y al resto del pequeño grupo.
Quede tan enamorado, que a las pocas horas de dormir, tuve que volver para allí ver amanecer. Quiero volver, sin duda lo haré y mientras conmigo está en el recuerdo esa forma semicircular que simboliza el abrazo de España en esa plaza maravillosa con su mismo nombre.
Como tus ojos, el abrazo de Sevilla no he podido olvidar.
Como tus ojos, el abrazo de Sevilla no he podido olvidar.
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