Este año el Amor está enterrado bajo los escombros de Gaza y los sueños del pueblo de Palestina desangrados en sus calles. El odio, en sus últimas consecuencias, está siendo retransmitido en directo a todos los hogares. Las imágenes que debieran hacer temblar nuestro corazón y avivar nuestra humanidad, son consumidas como aperitivo informativo cada día. No queremos verlo o escucharlo. No queremos sentirlo. Miramos hacia otro lado, en un silencio complice y doloroso.
Somos afortunados, estamos todos a la mesa, pero, ¿podemos celebrar La Navidad?, ¿debemos hacerlo como en otras ocasiones mientras miles de personas inocentes, hombres, ancianos, mujeres, niños y niñas están siendo asesinados cada día?. La Navidad se ha convertido, simplemente, en un evento conmemorativo y festivo a espaldas del amor, la solidaridad y la humanidad.
Más que nunca, nuestro papel puede ser determinante. Si queremos conquistar un buen futuro y evitar que nuestros derechos y sueños se descompongan, es necesario un cambio en nuestro comportamiento y nuestra ética, más allá de declaraciones maravillosas e interesadas. Los asesinatos deben cesar y el derecho internacional recuperar su espacio perdido.
Hoy el Mundo, no tiene "Nada que celebrar".
Nunca dejaré de ser libre.
Voy a cantar los deseos de mi espíritu,
incluso si vas a aplastarme con cadenas.
Mi canción manará a raudales desde el fondo.
Fadwa Tuqan - Sola con los días (1952)
fragmento de "Detrás de un muro"