Alfonsina, es el nombre que todos recordamos. Unido al mar en la letra de la canción de Mercedes Sosa nos llena de recuerdos y de esa preciosa música escrita por Ariel Ramírez y Félix Luna que siguen dando la vuelta al mundo. Allfonsina Storni es una de las leyendas de la literatura hispanoamericana que con más fuerza se recuerdan.
Lo que ahora al cabo del tiempo he venido a aprender, es que se suicidó arrastrada por el dolor del que algunas veces he dado en llamar "el hijo de puta del cáncer".
Lo que ahora al cabo del tiempo he venido a aprender, es que se suicidó arrastrada por el dolor del que algunas veces he dado en llamar "el hijo de puta del cáncer".
A las cartas anteriores, "El Miedo" y "La Muerte vive aquí", escritas por Manuel y difundidas en este blog, me gustaría añadir la presente, que aunque anclada en la poesía de Alfonsina, sirve también como llamada de atención y me resulta una historia romántica que espero que tantos años después y ayudados por la investigación, los fármacos y los adelantos médicos, nos acompañen en la lucha contra el Cáncer. Por eso os dejo esta pequeña reseña a la historia de esta mujer y después su poema, esta es mi siguiente carta contra el cáncer:
ALFONSINA Y EL MAR (carta contra el Cáncer III)
Siempre le gustó bañarse en el mar y ser acariciada por las olas. Un día, cuando se bañaba, una fuerte y alta ola le pegó en el pecho a Alfonsina. Sintió un dolor agudo y muy fuerte perdiendo el conocimiento. Sus amigos la ayudaron y llevaron hasta la playa. Cuando recobró el conocimiento descubrió un bulto en el pecho que hasta el momento no se notaba pero en esa oportunidad se podía tocar con la mano. Al regresar a la capital como casi todo el mundo, ya sea por miedo o por ingenuidad, le quiso restar importancia al hecho, pero la verdad se impuso y debió buscar el apoyo de sus amigos. Ellos, que al principio trataban de restarle importancia, terminaron por aconsejarla acudir a un médico.
Su amiga Blanca nos contó que Alfonsina la había llevado hasta su dormitorio y se había descubierto el pecho para que tocase la dureza. Conocida la gravedad, Alfonsina solo comentó que su estado era grave y que su hijo era muy joven como para enfrentar la situación. Todo transcurrió con rapidez y algún tiempo después fue operada del cáncer de mama que la consumía, grandes cicatrices físicas y emocionales ocuparon el espacio.
En un primer momento se quiso rodear de amigos y amigas, disimular su situación, deseaba vivir y no aceptaba las limitaciones físicas. Puso pegas a su propio tratamiento cuando la química en la sangre la dejaba sin fuerzas, de tal modo que aún se volvió más vulnerable a la enfermedad y a sus propias manías, hasta llegar al extremo de no dejar que su hijo la besara o a ordenarle que se lavara las manos con alcohol después de acercarse a él, no fuera a ser que la maldita enfermedad se le contagiase.
Los médicos ciertamente la mareaban. Varios pronósticos buenos y malos y desde luego algunos para nada certeros. Después de la operación manifestaron dejar limpio su cuerpo y sin embargo las ramificaciones habían infectado ya gran parte de su cuerpo. Dos días antes de su fallecimiento el quirólogo que la trató solicitó que su dictamen no fuera revelado. Alfonsina y el periodista que lo había conocido, consintieron.
La poesía fue su aliada. El reloj y la escritura se confundían con el día y la noche para darle el sosiego necesario para dejarnos una buena parte de sus poemas. Alfonsina decidió entonces viajar a Mar de Plata, sabía que estaba escribiendo sus últimas letras y confesó a alguna de sus amigas que el suicidio se paseaba por su cabeza.
Alfonsina escribió muchas cartas a su hijo en las que parecía haber cambiado de opinión y luchaba contra la decisión de quitarse la vida. Hacia la una de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938 Alfonsina abandonó la habitación y se marchó a la playa de la Perla. Al día siguiente el periódico "la Nación" publicó su poema de despedida "Voy a dormir", que termina con un misterio poético que hasta el momento nadie ha sabido desvelar y que yo también intento resolver.
Dice:
le dices que no insista, que he salido..."
"Alfonsina y el mar", la canción de Mercedes Sosa habla de una mujer que sufre el dolor consecuencia del cáncer y que decide marcharse “vestida de mar”. La historia, el romanticismo, sus poemas y el mito han establecido que Alfonsina sea recordada mientras camina aguas adentro hasta ahogarse, víctima de una depresión amorosa.
Un artículo de Guzmán Urrero Peña desde un artículo aclara el asunto. La depresión de Alfonsina sí era real, pero su motivo era el cáncer que tres años antes le había arrebatado un seno durante una operación quirúrgica. Y su muerte en el mar también fue real pero, en lugar de caminar aguas adentro, Alfonsina se lanzó desde el espigón en la costa de la playa La Perla, en Mar del Plata, y su cuerpo fue hallado a la mañana siguiente por dos obreros que pasaban. Una estatua en ese lugar permanece en recuerdo de Alfonsina.
Quizá quieras el punto de vista romántico o prefieras el periodístico. Con cualquiera de ellos una vez leídos, para mi el detonante no es otro que la herida de muerte que el hijo de puta del cáncer deja en el cuerpo y la mente de la mujer. Alfonsina se suicidó arrastrada por la impotencia ente el dolor producido por el cáncer y la imposibilidad de sobrevivir a él. Un dolor que espero y deseo que ahora, más de setenta años después esté mitigado y controlado, el primero por la investigación y el segundo por el cariño, el amor y la solidaridad.
El cáncer no solo ataca a los enfermos, también a quienes les queremos y como quizá Alfonsina quiso decir, lo repito para todos: " si él llama nuevamente le dices que no insista, que hemos salido ".
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias.
Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono